Al oído del presidente Morales
La particular situación del país, demanda una revisión inmediata y urgente de todos los síntomas que trascienden la normalidad de la anormalidad para colocarnos en un estado de alerta nacional que no ignore la gravedad de la enfermedad patria. Es más que evidente que Guatemala está en llamas y no vemos ninguna intención que dimane de los Organismos del Estado para apagarla.
Ninguna reacción que permita apreciar su preocupación real por las dimensiones del desastre y por el contrario, pareciera que desde el Estado, están barriendo normalmente la banqueta, de una casa que se está cayendo frente a sus narices todos los días. Notándose la agitación creciente de los ciudadanos. Por el contrario, es clarísimo el respaldo de un sector, que desde las esferas oficiales, patrocina, protege la anarquía, reta la tolerancia ciudadana y provoca abiertamente la confrontación.
El Presidente de la República, cada vez más parece arrinconado, en un país de tradición presidencialista, que se niega a consentir, que el espacio presidencial, tenga poca incidencia en la conducción del país, y en su seno, opositores rebeldes a su mandato, lucen en permanente confabulación para roer sistemáticamente su autoridad y desacreditar la conducción de su gobierno.
Por otra parte, la siniestra intervención de representaciones diplomáticas, violando tratados internacionales que regulan el servicio diplomático no sólo los ignoran descaradamente, confirmando que cualquier reacción del ejecutivo, será inmediatamente revocada, por otras instituciones que abusiva e ilegalmente han desconocido de hecho e ilegalmente de derecho, la autoridad presidencial.
Perdida o anulada esa jerarquía, las pasiones políticas desbordadas en los sectores que se sienten protegidos por ese reducido pero poderoso primer círculo de poder político, judicial y gubernamental, se han dado a la tarea de sitiar geográficamente al país en actividades ilegales proponiendo el afianzamiento de una dictadura sin sentido, que nos hunda en el desencuentro total y seguramente ensangrentado.
Usando una agenda internacional, que nos ubica entre el salvajismo, la mendicidad, la necesidad de una tutela paternalista y protectora que como borregos desbocados nos empuja a implorar nos rescaten de la ignominia, en que ese mismo juego de los intereses extranjeros, nos ha puesto a través de la historia. Canchitos con morrales y caites desfilando como héroes de ultramar, encarnando misioneros, para rescatar a los salvajes guatemaltecos, que reclaman de su sacrificio personal y financiero en sus vacaciones, para salir de la miseria.
Embajadas que canalizan fondos millonarios para pagar la revuelta popular de los explotados, como antes lo hicieron, para imponer esa cultura de la expoliación, que ahora les avergüenza y quieren redimir con dólares y rebeliones. Infames manipuladores de las necesidades de un pueblo que desafortunadamente por su geografía, se ha transformado en zona estratégica para aquellos que un día nos tratan como enemigos y otro como mendigos.
Seguros de que siempre encontrarán desclasados vende patrias deseosos de subastar nuestra soberanía. Instrumentos de la agenda internacional de moda, que hizo de esa burocracia, parásitos del dinero del mundo para vivir del conflicto que no tienen ningún interés en corregir. Los guatemaltecos ya están en las calles, defendiéndose de quienes se tomaron el país en nombre de la decencia y proclamaron a Guatemala Como Territorio Ocupado para experimentar un nuevo modelo de abusiva dictadura.
Quienes no entienden que la toma de las calles, no es una señal alentadora de juego democrático, no tendrán tiempo para arrepentirse del previsible derramamiento de sangre. Estableciendo la dictadura de un segmento de jueces prevaricadores, ignoran que la entrega del país no la verán jamás sus ojos. Lo confirma la historia patria, que no registra que se haya instalado, para siempre, ningún régimen que niegue sus derechos fundamentales, mucho menos de intereses extranjeros.
No importa que borrados del mundo de lo político y la política, los diputados, víctimas de ellos mismos, enfrenten su lastimada condición de legisladores cuestionados y se perciban en franca rendición progresiva. Prácticamente ese reducto de soberanía popular se debate entre llegar al final de su período o terminar detenidos indefinidamente frente a Tribunales inquisitoriales.
Si no presentan resistencia, el pueblo honrado suplirá esa falencia.
Aunque cueste creerlo, se tiene aún la esperanza que el ejecutivo, paralelo al evidente sometimiento a los usurpadores en su propio palacio, esté realizando negociaciones para rescatar la institucionalidad del país. Que tendrían que ser al más alto nivel, para que esta tragedia en proceso no culmine en el desastre irreversible que se está tomando el país palmo a palmo sin resistencias oficiales.
Me da vergüenza siquiera sugerirlo, pero un árbitro local, por los antecedentes que nos dejó su antecesor como abierto y grosero servidor de la agenda interventora, es el nuevo Embajador de los Estados Unidos. Su mensaje es alentador pero todavía no definitorio para la solución institucional que reclama el país.
Insisto, con suma vergüenza, lejana a la que han demostrado, quienes denunciando históricamente al imperialismo, se ofrecieron ahora de incondicionales instrumentos de la intervención, abusando con insolencia del poder que les han dado incluyendo su mimetismo de recibir las instrucciones en inglés.
Salvo que la intención sea intervenir militarmente y sin reservas al país, cuando la confrontación que están sembrando se salga de control y justifique, por razones de su seguridad interna, que se transformen sus fuerzas ya instaladas en el país, en francas fuerzas de ocupación. Todavía estamos a tiempo de evitar una desgracia de ese tamaño.
Señor Presidente ¡Ojalá esté realizando una negociación para evitarlo!
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