Lula 2.0 no será como antes

Por: Nicholas Virzi

El domingo 30 de octubre, se reportó que el ex convicto, ex presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva (Lula) recibió más votos contados que el actual presidente Jair Bolsonaro en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. Protestas masivas han surgido, motivadas por alegatos de fraude en regiones que votaron por Lula. Mientras se investiga la situación, Bolsonaro no ha concedido la victoria a Lula. Bolsonaro ha pedido a sus seguidores de manifestar pacíficamente y no con la violencia y medidas de hecho que caracterizan a las protestas de la izquierda política. Esto se ha visto en Colombia, Chile, incluso en EEUU, entre otros países.

¿Qué implicaciones tendría una nueva presidencia del exconvicto [por corrupción] una vez en el poder ante la economía más grande de la región Latinoamérica y el Caribe (LAC)?

Es difícil predecir el futuro. Los derechistas y los liberales latinoamericanos parecen haber perdido la cabeza con tan solo contemplar una nueva presidencia socialista al mando en Brasil. Todos temen a un Foro Sao Paolo (FSP) más fortalecido que nunca, con no solo Brasil al frente, sino ahora con los países de Chile y Colombia sumados, presuntamente.

La política es péndula. En regímenes políticos bien fundados institucionalmente, donde el pueblo votante realmente puede elegir libremente a sus gobernantes, los partidos de izquierda eventualmente pierden poder ante partidos de derecha, y viceversa. No necesariamente elecciones de gobiernos de una ideología dada tienden a consolidar esa ideología en el poder, ni siquiera cuando partidos de una ideología dada logran ganar varias elecciones sucesivas.

Estados Unidos es un buen ejemplo. El radicalismo del gobierno de Barack Obama fue la razón principal de la elección de Trump. Trump perdió el Congreso en las primeras elecciones medio término de 2018. Ahora, el radicalismo todavía mayor de los burócratas que administran el gobierno bajo el nombre de Joe Biden serán responsables de la toma del poder legislativo de los Republicanos en EEUU la semana entrante.

Muchos creen que el movimiento de izquierda radical FSP ahora será más fuerte que nunca, dado los cambios en el ámbito regional. Durante los primeros dos mandatos de Lula en Brasil, Chile todavía fue gobernado por la Concertación, un pacto político de centro pragmático que rechazaba el extremismo político, que Lula ejemplifica. La constitución chilena, así como la Concertación, fueron legados de Pinochet. Por su parte, Colombia fue gobernada durante el tiempo de Lula 1.0 (2003-2010) por gobiernos conservadores, de Andrés Pastrana y Álvaro Uribe.

Eso ha cambiado, por el momento. Colombia y Chile ya no están en la columna de derecha. Sufrieron la crisis de expectativas crecientes. Sus pueblos pidieron más de lo que sus sistemas políticos eran capaces de dar. No siendo regímenes autoritarios, como los que admiran sus nuevos gobernantes de izquierda radical, no podían suprimir las demandas del pueblo. El caso de Chile es ejemplar en esto. La constancia de las políticas económicas pro mercado de Chile en las décadas posteriores a la salida de Pinochet fue la razón por su éxito económico en años posteriores. Teniendo los mejores indicadores de bienestar en la región, sucumbió ante las promesas de alternativas políticas que seguramente darán retroceso en cada uno de los puntos centrales de sus promesas políticas.

Lula 2.0 será diferente. Lula asume la presidencia con mucho menos poder que antes. Gracias al diseño republicano federalista del sistema político brasileño, Lula afrontará contrapesos en su congreso, y con las gobernaciones importantes en manos de su oposición política. A nivel de política nacional y subnacional, Lula no podrá pretender transformar a Brasil como lo hizo antes. Utilizando los ingresos tributarios recaudados por el Estado, Lula dio becas para estudiantes, atención médica gratuita, viviendas de bajo costo y reforma agraria.

Gracias al favorable entorno económico internacional, que favorecía a Brasil en cuanto a sus exportaciones, Lula logró hacer todo eso dejando a Brasil en 2010 en mejor posición fiscal (déficit fiscal y deuda pública) que cuando asumió en 2003.  Cuando Lula dejó el poder en 2010, el déficit fiscal era -3.8% del PIB y la deuda pública representaba el 63%. Gracias a los gastos ocasionados por los encierres económicos, ahora esas cifras son el -7.5% y 89%. La tasa de variación interanual del volumen de las importaciones era arriba del 30% en 2010, y ahora anda en terreno negativo. Asimismo, la tasa de variación interanual del volumen de las exportaciones era arriba del 7% en 2010, y ahora se prevé en 3 puntos porcentuales menos.

La habilidad de Lula de poder promover el socialismo en la región deriva del poder y discreción que tendrá como presidente para conducir la política exterior. Probablemente, externará opiniones en desafío de la política exterior de EEUU. No se sumará al sentir de las protestas de las mujeres iranies en contra de su régimen machista, ni por la libertad en Hong Kong, ni tampoco apoyará ciegamente al esfuerzo de EEUU de sumar oposición a Rusia por su invasión de Ucrania. Asimismo, su capacidad de apoyar al FSP para promover el socialismo será menor de lo que fue antes.

Todo lo expresado anteriormente no implica que el republicanismo capitalista no sufriría un gran revés en la región con una tercera presidencia de Lula en Brasil. Sin embargo, hay que tomar los acontecimientos políticos en su justa dimensión y aplicar el discernimiento. La popularidad de Boric en Chile y Petro en Colombia ya han bajado muchísimo. Lo mismo pasaría con Lula.

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